Alguna vez le compré sus libros a un periodista joven que regresaba del extranjero, trabajaba en zonas en conflicto.
—La guerra te cambia-, me dijo.
Él regresaba de centro América y los libros que me mostró eran las novelas que le ayudaban a pasar el rato yendo en autobuses.
A pesar de los traslados, los libros se encontraban en muy buenas condiciones.
Después de revisar sus libros le hice una oferta que le pareció muy alta, dijo algo así como: yo no pretendo que mis libros me den dinero, quiero que se los lleves a otras personas, para eso son los libros. No acepte el dinero de vuelta, era lo justo.
Incluso me ayudo a bajar un par de montones de libros de un quinto piso.
Después de despedirme me quede pensando en las pequeñas lecciones que recibes cuando no te esperas.