El intendente del edificio nos permitió el acceso no sin antes solicitar nuestras identificaciones, comunicarse al departamento al que nos dirigíamos y preguntarnos: ¿a qué acuden? –a comprar libros.
Hizo una mueca entre sorpresa y sorna, en cambio el guardia de seguridad que nos acompañó al elevador hasta el piso al que nos dirigíamos preguntó cuando estuvimos lejos de su compañero: ¿de veras compran libros usados?, sí, ¿en serio?, sí, ¿de todos?, sí, ah, es que a mí me gusta leer.
Nos acompañó hasta la puerta del departamento.
Cuando estuvimos de salida con dos cajas con libros, el guardia de seguridad seguía en el pasillo, -yo les ayudo, espérenme aquí. Entro al elevador y regresó con un carrito de supermercado, -úsenlo.
Contó de su afición por la lectura, mientras nos escoltaba al estacionamiento, pregunto si podía tomar un libro, tomo varios, estaba emocionado.
Ese es el efecto que causan los libros en manos de los lectores empedernidos.