Hace ya bastantes años, cuando comenzamos a comprar libros usados no teníamos un transporte adecuado para hacer las mudanzas y nos movíamos en un renol clio azul de esos que no tenían cajuela, un zapatito con motor de licuadora.
Ese carrito nos llevó por toda la ciudad, pero como todo lo que funciona en esta vida era proclive a descomponerse.
Su chofer, que también era nuevo manejando aprendió a conservar la calma y a ser prudente cuando yendo a condado Sayavedra, una lujosa zona residencial al norte de la Ciudad de México, el carro comenzó a fallar cargado y de subida.
No sabíamos dónde se encontraba el desperfecto; en una subida el auto tomo vuelo y antes de llegar al plano se apagó y lentamente comenzó a ir de reversa.
Usa el freno de mano, el freno de mano, el freno de mano.
La calle estaba vacía, así que los metros que retrocedimos no afectaron a nadie.
Orillamos el auto, abrimos el cofre tratando de averiguar qué sucedía y miramos el motor esperando que nos dijera algo.
El radiador tenía una fuga.
Esperamos a que se enfriara el motor, agregamos liquido anticongelante y acudimos a la cita, no quedaba lejos.
El regreso fue interminable, con pausas cada un tanto para evitar que el motor se apagara.
¿Les ha ocurrido algo así?